El taxista ruge motor en el camino que guía hacia la Laguna. Grises nubes cubren el fondo del valle, pero el lago se deja entrever; un azul ennegrecido, color carbón, destella como lava petrificada. El pueblo es humilde y pintoresco; un vedado contemporáneo, ajeno al progreso y a la diversificación. Pequeños restaurantes anuncian tímidamente a través de carteles desaliñados: escena de abandono, esplendor pasado. Junto a la laguna reposan las balsas, desordenadas: nombres ensartados sobre el agua.
El desayuno es un despertar sensitivo. El queso se desmembra granuladamente y me digo "es de ese que ya no se encuentra"; el agua de panela hace el resto. Reposo unos minutos, un poco perdido, pienso en mi primo, su compañía. Actualizo mi mente y salgo del vache: hay que hacer camino.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
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Hola sobrinos:
ResponderEliminarHoy me he puesto de nuevo al día en vuestro viaje. Disfruto mucho con las fotos y vuestros comentarios. ¡Os echamos de menos!!!
Un beso muy fuerte,
Sofía
No diga eso que hago la maleta y salgo ahora mismo. Cada día vemos el Bermúdez y nos acordamos de su merced,
ResponderEliminarcha suerte!
chasss grassias hermanito y que dios le ayude...
ResponderEliminarOscar és fantàstic que segueixis el teu relat puntualment, si no fós perquè també t'anyorem i tenim ganes de veure't per Reis, et demanaríem que seguíssis amb aquest viatge, només pel plaer de llegir-lo.
ResponderEliminarEmociona el teu enyor, jo no veig el Bermúdez (?) però también me acuerdo de vuesa merced.
Un petonàs
Hola! de nou, òscar, Ara ens has emocionat de nou per l'anyorança del cosí i pel relat de les barques, les cartes desalinyades...
ResponderEliminarBona nit!
Una abraçada!
Pares i germà!